UATRE: Momo Venegas, el bienamado de la patronal rural

14 enero 2011




Aquí nos habíamos preguntado acerca del papel del sindicato de trabajadores rurales (UATRE) frente a los hechos de explotación laboral, que parecen ser moneda corriente en el campo. ¿Cómo podía explicarse la inacción de un sindicato que parecería no mostrar el menor interés por las condiciones laborales de los trabajadores rurales, a los cuales debería proteger?

He aquí la posible respuesta:
por Néstor Leone

Los casos de explotación en condiciones muy parecidas a la esclavitud pusieron, nuevamente, en tela de juicio el rol del sindicato del sector. Y, en especial, de su secretario general, Gerónimo “Momo” Venegas. Las condiciones deplorables en las cuales los peones golondrina desarrollaban su tarea en los campos vinculados con las empresas Nidera y Southern Seeds Production ya están en la justicia. La “vista gorda” de los delegados de la UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), queda a consideración pública. Aunque, claro, cuenten con “el favor de la omisión” que le prodigaron los medios masivos.

En los dos casos denunciados, los representantes del sindicato llegaron al lugar una vez que el fiscal Rubén Darío Giagnorio había comenzado con la tarea de indagar in situ a las víctimas y a los responsables empresariales de los establecimientos. Y, según cuentan algunos testigos con los que conversó Debate, se presentaron más como instancia conciliadora que como vehículos posibles del reclamo laboral de sus representados ante una irregularidad más que evidente.

Los trabajadores del desflore del maíz son sólo una parte de los muchos peones rurales que trabajan en “negro” y reciben escasa ayuda del sindicato. Los vínculos entre las empresas que los reclutan en “manada” en los poblados más pobres de Santiago del Estero y la UATRE adquirieron mayor visibilidad, pero no la suficiente. Lo mismo sucede con las empresas que hacen usufructo (y abuso) de esa fuerza de trabajo. La mano de hierro con la que Venegas maneja el sindicato desde 1991 explica, en parte, que esto suceda. Pero, también, las características mismas de buena parte del trabajo rural (temporario y manual), lo vetusto que resulta la legislación vigente y los buenos contactos que ha sabido construir el Momo con el núcleo duro del modelo de agronegocios dominante, medios de comunicación incluidos.
El recuerdo de su rol en el llamado “conflicto del campo”, durante el primer semestre de 2008, parece la mejor muestra. Al iniciarse el lockout se ofreció como mediador entre las partes, pero al poco tiempo dejó en claro de qué vereda jugaba. Para entonces ya no ocultaba su presencia en los actos más importantes de la Mesa de Enlace ni se privaba de declaraciones altisonantes a favor de las corporaciones agrarias, aun cuando la problemática laboral del sector quedase absolutamente afuera del conflicto.
Un artículo de Héctor Huergo, editor del Suplemento Rural de Clarín y actor fundamental de ese entramado, puso en valor ese esfuerzo. Se llamó “El cocinero de un acuerdo que se firmó hace un año”, estaba fechado el 30 de junio de 2009 y analizaba las razones del traspié electoral del kirchnerismo, con obvias referencias a aquel conflicto. En la semblanza, consideraba al Momo como “el gran cocinero en las sombras” y el que había puesto “toda la carne en el asador” para que se conformase aquella alianza social que estaba evitando que “el eje Matanza-Riachuelo” siguiese expoliando al interior “genuinamente productivo”.
Aliado fiel de Eduardo Duhalde y ligado siempre al sindicalismo ortodoxo, Venegas tiene en Luis Barrionuevo a un viejo compañero de ruta. Hoy comparten el liderazgo de la CGT Azul y Blanca y son la pata sindical del Peronismo Federal, que sostiene la candidatura presidencial de Duhalde.

“Tenemos que ganarles a los dos enfermos que están conduciendo el país”, arremetió Venegas, sin eufemismos, el 24 de setiembre de 2010, durante un acto en Rosario en homenaje a José Ignacio Rucci organizado por los “disidentes”. Marcaba que su encono con los Kirchner, lejos de cesar, se prolongaba en el tiempo. Mientras, claro, profundizaba sus vínculos con los dirigentes del campo. La relación más asidua la tiene con Mario Llambías, titular de Confederaciones Rurales Argentinas, la más antiperonista de las entidades. Pero también es bien recibido en la Sociedad Rural. Basta, si no, con releer las crónicas periodísticas de la inauguración de la última feria de Palermo, aquella del discurso furibundo de Hugo Biolcati contra el gobierno nacional. Al ser mencionado por su anfitrión, Venegas fue uno de los más aclamados por la patronal agraria y sus sectores más rancios.

“Cuando denunciamos el empleo en negro, resulta que el gremio del sector, en vez de respaldarnos, nos manda cartas documento para que nos retractemos”, sostuvo Noemí Rial, viceministra de Trabajo, en agosto pasado, luego de unas inspecciones laborales en Chajarí, norte de la provincia de Entre Ríos. “Hace diez años que ya no hay turnos de sol a sol”, había declarado Venegas, semanas antes, de manera casi jocosa.
El objetivo de aquella frase era claro: oponerse al Anteproyecto de Reforma del régimen de trabajo agrario que habían presentado, el 23 de junio último, Cristina Fernández de Kirchner y el ministro Carlos Tomada, para reemplazar con un marco jurídico más moderno y acorde con el resto de la legislación laboral, el decreto-ley vigente desde la última dictadura militar. Una línea de conducta, en definitiva.



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